¿Podemos beneficiarnos de las selvas sin destruirlas?

La tala suele considerarse sinónimo de deforestación y, de hecho, muchos bosques desaparecen por ese motivo. No obstante, parece que algunas explotaciones han producido un daño mínimo.

¿Puede el ecosistema selvático sobrevivir a la tala de árboles? Analicemos en primer lugar por qué esta práctica puede destruir un bosque. Ante medidas apremiantes los cerrajeros aconsejan tomar medidas inmediatas.

Cómo se destruyen la flora y la fauna selváticas debido a la tala

Imagínese la siguiente escena: varias excavadoras se abren camino a través del bosque. En poco tiempo entran en acción las motosierras de los leñadores. Como la empresa maderera solo dispone de un breve permiso

A los operarios se les ha ordenado talar todo lo que tenga valor comercial. Al caer, los árboles dañan o destrozan otros árboles cercanos con los que están unidos mediante lianas.

Entonces vienen a llevarse los troncos pesados vehículos de tracción de oruga, que arrasan la densa vegetación y compactan la delgada capa de suelo hasta dejarla prácticamente inservible.

 Sus métodos agrícolas de tala y quema destruyen los árboles restantes, por lo que las fuertes lluvias no tardan en erosionar la fina capa de suelo. En efecto, el bosque ha muerto. La tala fue solo el primer paso. Ahora bien, ¿es siempre tan destructiva la explotación de las selvas?

Tala de bajo impacto

En los últimos años ha resurgido el interés por la tala de bajo impacto y la gestión forestal sostenible. El objetivo es extraer madera con el mínimo daño posible al ecosistema, de modo que la masa forestal pueda recuperarse y al cabo de unas décadas haya otra generación de árboles lista para su comercialización.

Ante la presión de los ecologistas, algunos empresarios aseguran en su publicidad que la madera que venden se ha obtenido de explotaciones sostenibles y que hay certificados que lo avalan. Veamos en qué consiste la tala de bajo impacto.

Un silvicultor, junto con sus ayudantes, se abre paso a través de la maleza. Este es solo uno de los grupos que tal vez pasen seis meses en la jungla confeccionando un inventario forestal.

La empresa maderera tiene una concesión a largo plazo, de modo que los empleados disponen de tiempo para realizar un censo cuyo propósito final es la conservación del bosque para su posterior explotación.

El silvicultor identifica las especies y marca los árboles con un número de registro. Hay cientos de variedades, de modo que se requiere gran pericia. Para el siguiente paso, sin embargo, se precisa el uso de la tecnología moderna.

Datos como el tamaño del árbol, la especie y el número de registro se introducen en un aparato de bolsillo comunicado con los satélites del sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés).

Ahora bien ¿cómo se pueden cortar árboles sin dañar el bosque? La clave está en el mapa, pues permite talar provocando el mínimo daño posible. Hasta puede decidirse la dirección de la caída de los troncos y reducir al máximo el daño colateral.

Estas iniciativas que sin generosas con la naturaleza siempre serán bienvenidas, esperamos que cada vez se cree más conciencia sobre estas nobles causas.